Las caídas ¿Se pueden evitar?


caída persona mayor
Cuando se comienzan a dar los primeros pasos empiezan los tropiezos y se sufren caídas; y a lo largo de la vida nos seguimos cayendo, ya sea por razones atribuibles a nuestra persona o por el ambiente que nos rodea.

Aunque las caídas son más frecuentes en el hogar, también ocurren en la escuela, la calle, el trabajo y en los lugares de recreación como el gimnasio o los parques.

Las caídas son serias a cualquier edad, y la gravedad de las lesiones depende de la altura de la caída, la intensidad del golpe, el tipo de superficie donde se cae y la edad de la persona.

Se considera que a pesar de que los niños sufren el mayor número de caídas, se recuperan de las lesiones de manera mucho más rápida que los adultos, especialmente cuando se tienen 60 años o más (adultos mayores), debido a que sus huesos son más frágiles, sus reflejos más lentos y el tiempo de reacción y recuperación del equilibrio después de realizar cualquier movimiento es mayor, mientras se incrementa la probabilidad de que ocurran roturas de huesos.

¿Por qué nos caemos?

Existen causas intrínsecas y extrínsecas que pueden provocar caídas. Las causas intrínsecas corresponden a ciertas alteraciones de la salud del individuo, como son las dificultades visuales y auditivas, los problemas del equilibrio, la falta de concentración, la disminución de los reflejos, debilidad muscular, uso de aparatos de apoyo, problemas cardíacos o vasculares, reducción de las actividades de la vida diaria, depresión y tener una edad de 50 años o más.

Las alteraciones visuales y auditivas que normalmente se presentan en los adultos mayores son la disminución de la agudeza visual y del campo visual. No obstante hay quienes tienen presbicia, en cuyo caso ven mejor de lejos que de cerca, lo que reduce la capacidad para ver con claridad los objetos cercanos.

El mayor tiempo de acomodación que la persona necesita provoca, por ejemplo, que sea incapaz de ver cuando acaba de entrar a una habitación oscura, por lo que corre el riesgo de caerse. De igual manera, cuando existe esclerosis de las pupilas entra menos luz en los ojos, y esto causa una reducción en la agudeza visual.

La pérdida de neuronas y la lentitud para reaccionar dan lugar a la incapacidad para recobrar el equilibrio. El movimiento mínimo o lento es un indicador neurológico de desequilibrio y de caídas potenciales. El tambaleo y la adopción de una base amplia de apoyo indican un intento por compensar la reducción del equilibrio.

Otras causas intrínsecas se refieren a la pérdida de masa muscular y de la grasa corporal que se observa en el envejecimiento como consecuencia de la disminución de la actividad física.

La menor masa muscular, especialmente de las piernas, reduce la fuerza hasta el grado en que 110 es posible caminar, ni levantarse de una silla sin ayuda. Con la pérdida de la grasa corporal disminuye el amortiguamiento de los huesos como los de la cadera, los brazos, las piernas y los pies, lo que hace más difícil a la persona mantener el equilibrio.

Los problemas cardíacos y circulatorios como vértigo, desmayo, mareos, arritmias, hipotensión ortostática (trastorno de la regulación tensional pasando de la posición acostada a estar de pie), causada por cambios vasculares relacionados con la edad o por la medicación para problemas de presión alta, incrementan también el riesgo de caídas en el adulto mayor.

Una consecuencia más de las caídas en el adulto mayor es la psicológica, en la que se inscriben la pérdida de confianza, la depresión y el temor a futuros y posibles golpes. Asimismo, el uso inadecuado de bastones, muletas o sillas de ruedas puede incrementar los riesgos.

Las causas extrínsecas se refieren a la reducción del contacto total entre el pie de la persona y el suelo o el piso, como el que ocurre cuando se usan los objetos domésticos con propósitos diferentes de los que fueron creados. Ejemplo de lo anterior sería intentar alcanzar algo subiéndose a bancos, sillas o tratar de mantener el equilibrio sobre escaleras portátiles.

De igual manera, se puede presentar una pérdida de la tracción o punto de apoyo cuando la persona se para sobre el suelo mojado o resbaladizo, principalmente al realizar labores de limpieza en el hogar, y los pies al estar húmedos pierden el contacto con las superficies, sobretodo en áreas como el baño o en superficies desniveladas como escalones y aceras.

También se pierde el equilibrio en las habitaciones cuando la luz es deslumbrante al igual que cuando es escasa, así como por falta de luz y pasamanos en las escaleras. Además, si hay objetos que interrumpen el paso como juguetes, zapatos, macetas o alfombras en mal estado. el riesgo de caerse es elevado.

Las consecuencias graves de una caída corno las fracturas de cadera, las lesiones de músculos y articulaciones, las hemorragias, hematomas intracraneanos, las fisuras o fracturas de las costillas asociadas a trastornos respiratorios constituyen un problema muy importante, ya que representan una causa de enfermedad, discapacidad y costos elevados para los adultos mayores y sus familias, y se han convertido en un tema de interés creciente, tanto por las consecuencias personales como por su repercusión social y económica.

Si bien como consecuencia de una caída los huesos no siempre se rompen, la persona que la ha sufrido, y más si se ha fracturado un hueso, casi siempre teme volverse a caer.

Por lo tanto, es muy posible que deje de realizar sus actividades habituales por razones de “seguridad”. Esto se conoce como el síndrome postcaída y corresponde a la pérdida de la autonomía (o valerse por sí mismo) que provoca la reducción voluntaria de la actividad física, lo que favorece la inmovilización, las úlceras en la piel, ansiedad y una menor calidad de vida.

 

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