Sobre el pie diabético

La diabetes mellitus se considera una de las principales enfermedades crónico-degenerativas; de hecho, se ha convertido en un verdadero problema de salud pública por la frecuencia con que se presenta y por sus importantes repercusiones sociales y económicas.

El pie diabético puede llegar a causar el 90% de todas las amputaciones no traumáticas.

Este padecimiento se caracteriza por un conjunto de síntomas y signos relacionados con alteraciones neurológicas, vasculares, infecciosas y otras, que a pesar de obedecer a mecanismos patogénicos variados, se originan en una condición básica común: el pie de un paciente con diabetes mellitus.

Factores de riesgo

Según la posibilidad de intervenir sobre los factores de riesgo y eliminarlos, se pueden dividir en factores modificables y no modificables. De ellos, los involucrados en la aparición de la úlcera del pie diabético son:

1. Neuropatía sensitiva y motora.
2. Vasculares (isquemia).
3. Infecciosos.
4. Mecánicos (estrés mecánico).
5. Inmunológicos.

La conjunción de algunos de estos factores puede dar origen la formación de una lesión en el pie; el factor más frecuente es la neuropatía de tipo sensitivo, donde la afectación de las fibras nerviosas cortas provoca una reducción de la sensibilidad al dolor y de la temperatura.

En la historia natural de la enfermedad se observan diversos daños en los vasos sanguíneos, como el engrosamiento de la membrana basal capilar y la formación de microaneurismas y de placas de ateroma, los cuales provocan una disminución de la circulación y además de que la perfusión sanguínea no es la adecuada, puede agravarse si existen cifras de presión arterial elevadas.

Otro factor es el infeccioso, porque la función de los leucocitos (que se encargan de destruir los microbios y neutralizar sus toxinas) está alterada. Aunado a esto, se presentan altos niveles de glucosa en la sangre y menor circulación, además de cambios en la piel, que se vuelve seca y descamativa, por lo que pierde su función protectora natural.

Recomendaciones

1. Use zapatos amplios, cómodos, preferentemente de piel suave, y calcetines que ajusten bien pero que no aprieten.
2. Corte las uñas rectas y al ras de la punta de los dedos; mantenga los pies calientes.
3. Camine cada hora.

El cuidado de los pies

1. Lavar los pies todos los días con agua tibia y jabón neutro, frotándolos suavemente con una toalla de algodón. Es importante que el agua esté tibia.
2. Secarlos con una toalla de algodón suave, especialmente entre los dedos, y conservarlos secos.
3. Lubricar los pies con una crema, cuidando de no aplicarla entre los dedos.
4. Usar siempre zapatos y ponerse calcetines y no remendarlos, si están rotos conviene tirarlos y comprar unos nuevos.
5. Revisar diariamente el calzado.
6. Examinar los pies después de cada baño, especial-mente entre los dedos, y en un lugar bien iluminado, utilizando espejos que permitan revisar los sitios difíciles.
7. Verificar si existen cambios de temperatura (ésta debe ser uniforme) y si se encuentran hinchados o doloridos.
8. Observar si hay ampollas o vejigas, heridas o grietas y cambios de coloración, como puntos azules, rojo brillante o blancos.

Cualquiera de estas situaciones requiere una valoración médica inmediata.

Evite

1. El uso de botellas, bolsas de agua caliente, almohadillas calientes, calentadores o cobertores eléctricos.
2. El uso de instrumentos cortantes de metal, como tijeras y limas; tampoco use piedras.
3. Caminar descalzo en superficies calientes.
4. Las ligas para medias, vendas elásticas, zapatos ajustados y tacones altos.