Uno de los sentimientos más profundos que llevan las mujeres en su interior, es el deseo de ser madres. Esta es una fuerza natural increíble que alcanza el mismo cielo, no en vano dice el dicho que madre sólo hay una y no se parece a ninguna.
Y esto es porque después de soportar el dolor inmenso que conlleva el parto, ellas tendrán que lidiar con los primeros llantos del bebé, satisfacer sus necesidades de hambre y frio, y todo esto aunque parezca fantasía, ellas lo hacen con amor.
No importa que tan mal te hayas portado en la vida con tu madre, ella siempre perdonará tus defectos y te brindará una nueva oportunidad, porque está dotada con el escudo divino del amor. Si perdiste algo ella te animará a encontrarlo, si estás asustado te protegerá de todo y de todos, si te caíste te levantará con sus manos perfectas.
Esta dulzura, se puede ver hasta en los animales, una mamá oso es capaz de destrozar a un oso más fuerte que ella por defender a sus crías, de su posible amenaza. Una madre no entiende de rencores hacia sus hijos, una madre sólo entiende de amor y de ayuda por siempre, para aquellos que dio la vida.
Las mujeres cambian todo por el todo cuando van a ser madre, creo que esto escapa al entendimiento humano, es algo divino difícil de explicar, pero sí muy fácil de disfrutar. El amor que podemos darle es nada comparado con el que ellas nos dan a nosotros sus hijos.
Se dice que hasta Jesús siendo Dios, llevo a su madre al cielo, sin sufrir ella la muerte para compensar todo el amor que recibió de parte de ella cuando vivió como humano. Las madres vienen de una dimensión desconocida llamada amor y servicio por siempre.