La obesidad incrementa los factores de riesgo del Alzheimer


obesidad
Son muchas las ocasiones en que se bromea por pequeños olvidos: “ya te visitó el alemán”, o cuando se tiene un mal día por problemas de tráfico o en el trabajo: “ojalá pudiera olvidar, como el alemán aquel”; pero lo cierto es que son comentarios banales, pues el Alzheimer es una enfermedad muy grave.

Las personas primero pierden la capacidad de realizar actividades diarias simples, como manejar su auto o pagar las cuentas; en una etapa posterior dejan incluso de reconocer a sus seres más queridos, como padres, hijos, amigos; finalmente, no se pueden comunicar, se vuelven totalmente indefensos y dependientes, mueren postrados en su cama cuando su cuerpo deja de funcionar por completo.

La literatura médica refiere que en 1906 el alemán Alois Alzheimer describió una nueva enfermedad que producía pérdida de memoria, desorientación, alucinaciones y finalmente muerte; el primer diagnóstico se dio en Augusta D, una mujer de 51 años que finalmente falleció por una infección debida a las heridas que le habían aparecido por estar inmóvil durante mucho tiempo en la cama y a causa de una infección pulmonar.

El cerebro de la mujer fue estudiado por Alzheimer, que encontró un número disminuido de neuronas en el córtex cerebral, junto con cúmulos de proteínas, unos ovillos o filamentos neurofibrilares en el citoplasma de las neuronas. Estos últimos fueron descritos por primera vez en la historia por este autor.

Enfermedad ligada al envejecimiento

Se decidió llamarla «Enfermedad de Alzheimer» en honor a su descubridor y el término fue utilizado por primera vez por Kraepelin (destacado psiquiatra de la segunda mitad del Siglo XIX) en la octava edición del Manual de Psiquiatría en 1910. Lo que en aquel momento se pensaba que era una enfermedad rara se demostró posteriormente que era la causa más frecuente de demencia.

Al respecto, en charla con su médico, el doctor Tirso Zúñiga Santa María, del Instituto Nacional de Neurología, explicó que las demencias en general y el Alzheimer en particular se consideran una pandemia, porque están ligadas al envejecimiento; por esta misma razón en México, donde existe un considerable incremento de la población de la tercera edad, es considerado ya un problema de salud pública.

Debe de destacarse que de acuerdo al INEGI, en nuestro país el 8.7 por ciento de las personas mayores de 60 años registra demencia, es decir entre 700 mil y 800 mil personas, de estas la mayoría padecen de Alzheimer. La Federación Mexicana de Alzheimer refiere que la enfermedad se puede dividir en tres etapas:

Leve: Avanza la pérdida de la memoria y surgen cambios en otras capacidades cognitivas, por lo que el paciente puede perderse, tiene dificultad para manejar el dinero y pagar las cuentas, repite preguntas, toma más tiempo para completar tareas diarias normales; también hay cambios en su conducta al mostrar un juicio deficiente y pequeños cambios en el estado de ánimo y en la personalidad. Las personas frecuentemente son diagnosticadas durante esta etapa.

Moderada: En esta etapa, el daño ocurre en las áreas del cerebro que controlan el lenguaje, el razonamiento, el procesamiento sensorial y el pensamiento consciente. La pérdida de la memoria y la confusión aumentan, y las personas empiezan a tener problemas para reconocer a familiares y amigos. Tardan en realizar tareas que incluyen múltiples pasos (tales como vestirse) y les es difícil o hacer frente a situaciones nuevas. Además, tienen alucinaciones, delirio y paranoia, y quizás se comporten impulsivamente.

Severa: Las placas y ovillos se extienden por todo el cerebro y los tejidos de este se han encogido considerablemente. Los pacientes pierden la capacidad de comunicarse y dependen completamente de otros para su cuidado. Cerca del final, la persona quizás pase en cama la mayor parte o todo el tiempo a medida que el cuerpo deja poco a poco de funcionar.

Obesidad y poca actividad mental, factores de riesgo

No obstante que la comunidad científica aun no esclarece el origen del Alzheimer, se han detectado que sí existen factores de prevención, apuntó el doctor Zúñiga Santa María, especialista en gerontología clínica, pues se han detectado riesgos como son la diabetes mellitus, hipertensión, colesterol y triglicéridos altos, obesidad, sedentarismo, poca actividad mental, e incluso la baja escolaridad.

Al precisar en cada uno de estos factores, explicó que las enfermedades referidas, “relacionadas a una mayor concentración de grasas, contribuyen a un envejecimiento acelerado del cerebro y por tanto una pérdida mayor de neuronas, y por tanto se sabe que son factores predisponentes”.

En cuanto a un bajo nivel de aprendizaje, abundó, “contribuye a que tengamos menos herramientas, menos estímulo con menos años de escolaridad, por lo tanto no se estimula al cerebro”.

Hay otras patologías, abundó, como son la depresión, alteraciones visuales, daños en las articulaciones, e incluso otros tipos de demencias influyen en el desarrollo del Alzheimer.

* Dr. Tirso Zúñiga Santa María, médico especialista en gerontología clínica, adscrito en Ciencias de la Salud, becario del Laboratorio de Demencias del Instituto Nacional de Neurología, integrante del Grupo Internacional en Investigación de Demencias 1066.

Fuente: SuMédico

 

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