Historia de la Epilepsia


Sant Valentín patrón epilépticos
La búsqueda por comprender las causas de la epilepsia, o cuando menos por describirla, data de tiempos muy remotos. Aunque se tienen registros babilónicos de los años 700-800 a.c y algunas otras referencias inespecíficas, uno de los primeros textos formales sobre observaciones de pacientes epilépticos lo escribió el médico griego Hipócrates, cuatrocientos años antes de Cristo, donde sostiene que “… no es más sagrada que otras enfermedades, sino que tiene una causa natural; y su supuesto origen divino se debe a la inexperiencia de los hombres…”, y reconoce que el cerebro es el culpable de la misma.

En la Sagrada Biblia, dentro del Evangelio, según San Marcos, en el capítulo nueve, se cuenta el pasaje de un hombre que lleva a su hijo frente a Jesús y le cuenta que desde niño tiene un “espíritu mudo”, que “le desgarraba y cayendo en tierra se revolcaba echando espumarajos”. En ese preciso momento, Jesús lo vio sufrir una de esas crisis y dijo «Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él”, con lo que el espíritu salió del niño y lo dejó como muerto, hasta que Jesús tomó su mano, lo enderezó y se levantó.

Muchos años después, el médico romano Galeno (129-200 d.c.) coincidió con lo que había escrito Hipócrates y reconoció que en esa enfermedad lo que se encuentra enfermo es el cerebro; hizo además, una de las primeras aportaciones formales para entenderla al describir lo que sucedía a los pacientes con crisis epilépticas: el aura (el aura se refiere a los síntomas que sólo el enfermo percibe antes de que ocurra una crisis epiléptica. En la actualidad, la definición de aura propuesta por la Liga Internacional Contra la Epilepsia dice que es un fenómeno sólo perceptible por el paciente y que, en determinados casos, puede preceder a una convulsión observable; si se presenta sola, constituye una epilepsia sensorial).

Cuatrocientos años después (600 d.C.), el médico bizantino Alejandro de Tralleis, al hablar sobre la epilepsia en el primero de sus doce libros sobre medicina, explica que “comienza con un malestar en el estómago que siente el enfermo con la cercanía del mal”, lo que concuerda con lo dicho por Galeno sobre el aura, ya que a veces son los síntomas estomacales los que advierten al paciente sobre la inminencia de la crisis. Por su parte, De Tralleis hizo dos aportaciones importantes al relacionar el consumo de alcohol (vino, dice él) con las crisis convulsivas y al usar la planta hisopo en infusiones para curarlas. Una descripción similar de la epilepsia la hizo el médico árabe Avicena (1000 d. C.) en su libro Leyes del arte de sanar, donde destacó que involucra las funciones del pensamiento, el movimiento y la marcha.

En el año 1400, con autorización papal, dos frailes dominicos redactaron un manual para la cacería de brujas, el Malleus Maleficarum (traducido al español como El martillo de las brujas), donde se identifica a las convulsiones como una característica de las brujas. Tenían una oración para combatir las convulsiones que siempre se relacionaban con las fuerzas del mal, al punto de que los enfermos de epilepsia eran juzgados por la Santa Inquisición, que en muchos casos los condenaba a muerte por “pecadores”. A finales de la Edad Media, el pensamiento mágico-religioso comenzó a verse influido por el razonamiento científico, de tal forma que, para el año 1500, el médico Paracelso determinó que la epilepsia era una enfermedad natural, orgánica y no mágica o sobrenatural, que no sólo podía afectar al hombre sino también a cualquier animal.

Durante muchos años la epilepsia se trató con infusiones de plantas. En el Códice Badiano, quizá el documento más importante sobre las enfermedades y sus tratamientos en el México prehispánico, se describe a la “flor de corazón” como la indicada contra la epilepsia.

A menudo los enfermos de epilepsia eran considerados locos, poseídos o dementes, y no había quién se hiciera cargo de ellos de manera especializada, razón por la que se los recluía en cárceles, manicomios o leprosarios.

No fue sino hasta fines del siglo XVIII cuando en Alemania e Inglaterra se abrieron los primeros hospitales para epilépticos. Entre 1855 y 1892 comenzaron a funcionar tres destinados exclusivamente a su atención, mientras en todos los manicomios se abrieron pabellones especializados. Durante esos mismos años se inició una nueva era en el estudio de la epilepsia, ya que un equipo dirigido por tres importantes neurólogos ingleses (John Hughlings Jackson, Russell Reynolds y Sir William Richard Gowers) hizo los primeros estudios formales y describió los tipos de crisis y sus características.

Sin duda, el siglo XX fue testigo de los mayores avances en el estudio, diagnóstico y tratamiento de la epilepsia, con descubrimientos que se dieron uno tras otro:

En 1904 el neurólogo estadounidense William Spratling propuso el término epileptólogo para referirse al especialista en el estudio de la epilepsia.

En 1909 se creó la Liga Internacional Contra la Epilepsia con el objetivo principal de estudiar la enfermedad, así como los aspectos sociales y legales relacionados con ella y con otros trastornos neurológicos semejantes.

En 1912 en Alemania, un grupo de químicos encabezados por Hauptmann logró demostrar que el pentobarbital, además de tener propiedades para sedar a los pacientes, era capaz de suprimir las convulsiones en crisis epilépticas activas.

Durante los años veinte se utilizó ampliamente la dieta cetogénica, que consistía en comer bajas cantidades de proteínas y carbohidratos y altas porciones de grasa. Una alimentación de este tipo produce cambios en el metabolismo que reducen la frecuencia e intensidad de las crisis convulsivas en los pacientes epilépticos; sin embargo, años más tarde se dejó de utilizar porque se vio que el daño provocado por hacerla era mayor que los beneficios.

En 1929 el psiquiatra alemán Hans Berger inventó un aparato capaz de medir la actividad eléctrica del cerebro sin necesidad de abrir el cráneo, ya que con sólo colocar sensores sobre la piel de la cabeza se podían realizar importantes estudios para comprender el funcionamiento del cerebro de las personas vivas, tanto sanas como enfermas; a su invento lo llamó «electroencefalógrafo”, se usa para realizar electroencefalogramas y aún hoy sigue siendo una herramienta indispensable para estudiar la epilepsia y otras enfermedades cerebrales.

En 1938 se descubrió la difenilhidantoína (DFH), uno de los medicamentos más usados para tratar la enfermedad.

En 1953 se comenzó a emplear la carbamacepina como antiepiléptico, misma que muy pronto se convirtió en el medicamento de primera elección para convulsiones tónico-clónicas.

En la década de los sesenta se introdujeron otros medicamentos útiles, como las benzodiacepinas y el ácido valproico, entre otros.

Durante la última década del siglo pasado (1990-2000) se aprobaron varios medicamentos para el tratamiento específico de los diversos tipos de epilepsia.

Uno de los sucesos recientes de mayor relevancia fue la organización de una Campaña Global Contra la Epilepsia en 1997, donde la Organización Mundial de la Salud, la liga Internacional Contra la Epilepsia y el Buró Internacional para le Epilepsia decidieron unir sus esfuerzos.

De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, en el mundo hay 50 millones de epilépticos, de los cuales dos terceras partes no reciben tratamiento por múltiples causas (falta de medicamentos y de acceso a los servicios de salud, diagnósticos incorrectos, etc.). El número de especialistas y subespecialistas destinados a estudiar y tratar esta enfermedad ha crecido y ha logrado que se disponga de numerosas tecnologías para abordarla, mejores diagnósticos, así como una gran variedad de medicamentos y terapias; sin embargo, y a pesar de todo lo que hasta ahora se sabe y de todos los nombres que se le han puesto y quitado a lo largo de la historia, el estigma social (injusticia, discriminación) sigue siendo uno de los enemigos más grandes contra los que tienen que batallar el enfermo y su familia.

ALGUNOS PERSONAJES HISTÓRICOS QUE PADECIERON EPILEPSIA

Alejandro Magno, rey de Macedonia, uno de los generales más grandes de la historia.

Napoleón Bonaparte, el estratega militar más importante de la historia.

Dante, autor de la Divina Comedia.

Edgar Allan Poe, autor de un gran número de cuentos, entre los que destacan El gato negro, Los crímenes de la calle Morgue y el poema El cuervo.

Lewis Carroll, escribió Alicia en el país de las maravillas.

Vincent van Gogh, pintor holandés, representante de la corriente de los impresionistas. Quizás en su caso la epilepsia se debía a que tenía neurosífilis, una manifestación cerebral de la sífilis.

 

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